03/10/2024

Comunicar en verde
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Sostenibilidad, Agenda 2030, Objetivos de Desarrollo Sostenible, economía circular, ecología, gestión de residuos, cambio climático, emergencia climática… son términos que empiezan a ser básicos en los discursos empresariales. Son varios […]

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Sostenibilidad, Agenda 2030, Objetivos de Desarrollo Sostenible, economía circular, ecología, gestión de residuos, cambio climático, emergencia climática… son términos que empiezan a ser básicos en los discursos empresariales. Son varios los gurús que están avisando a las compañías de la necesidad de integrar en sus estrategias y en sus argumentarios estos conceptos, amén de ser señalados social y políticamente. Y tienen razón; las empresas que no sean sensibles con la nueva realidad global están condenadas a su desaparición, por lo menos en los países más desarrollados. 

La crisis del COVID ya puso de manifiesto la necesidad de no depender de terceros países para producir y disponer de nuestras materias primas y la guerra en Ucrania está agudizando esta necesidad. Y es aquí donde los Estados tienen que empezar a regular para que las empresas puedan extraer estas materias primas de nuestros suelos. Y, por supuesto, garantizando la sostenibilidad y la preservación del medio ambiente. Y este contexto surgirán contradicciones que será necesario explicar con coherencia y desde todos los frentes a la opinión pública de la mejor manera, evitando el uso político de innumerables proyectos industriales que pueden peligrar por el interés partidista o por no saber exponerlos correctamente.

En varios frentes donde observamos estas apreciaciones es en el ámbito de la gestión de residuos y su valorización. Industrias como la cementera necesitan valorizar residuos en sus plantas, no solo para ser más competitivas, sino también para contaminar menos. Las administraciones europeas, nacionales o regionales apoyan y recomiendan que lo hagan mientras que, por el contrario, algunas administraciones locales son capaces de modificar sus planes de ordenación urbana para que eso no suceda, simplemente por desconocer el proceso y dejarse influir por visiones ecologistas en contra de toda actividad industrial.

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Otros ejemplos reales son los relativos a los centros de gestión de residuos, mal conocidos como vertederos, donde partidos políticos que apoyaron su creación y gestión, de repente, y por mero interés electoral, cambian de criterio y hacen de la petición de cierre su bandera, jugando con la rentabilidad de las empresas y con muchos puestos de trabajo. Otros ejemplos los podemos encontrar en peticiones de inversiones industriales que se encuentran con la negativa de alcaldes en contra de los propios informes positivos de sus arquitectos municipales, por ejemplo. 

Dicho esto, y recordando que son ejemplos reales de nuestra comunidad autónoma, hay que reflexionar y suplicar a nuestras administraciones que sean sensibles con todas estas inversiones industriales que conllevan, como no puede ser de otra manera, la obligación de cumplir con proyectos sostenibles y medioambientalmente responsables. Siempre que eso esté garantizado, debemos poner las menores trabas posibles para que se hagan realidad las inversiones. 

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Por fortuna, en nuestra comunidad hay empresas punteras que están ya liderando esta transformación y que estamos siguiendo sus proyectos de una forma continua en los medios de comunicación, el proyecto CirCular de Atlantic Copper -que prevé el reciclado de 60.000 toneladas al año de material electrónico en desuso-, el proyecto Restore 20/30 de Fertiberia -que supone la restauración ambiental de las 720 hectáreas de apilamientos de fosfoyesos de Huelva- o los proyectos de hidrógeno verde de Iberdrola y Fertiberia -con el que proyectan 800 MW, con una inversión de 1.800 millones hasta 2027- son ejemplos del camino que se ha iniciado con retorno a corto plazo. 

Otros proyectos singulares son, por ejemplo, la nueva planta fotovoltaica de autoconsumo de Atalaya Mining, que va a suministrar energía limpia a la explotación minera y su proceso de transformación. Con una potencia instalada de 50 megavatios y unas 60 hectáreas, se convertirá en una de las mayores instalaciones de autoconsumo industrial de España y la primera que de servicio a una mina. O Cepsa Química, que destinará 63 millones en una planta de producción de ciclohexanona que tiene como finalidad fabricar un producto derivado del fenol con aplicación en la generación de productos intermedios del nylon. Tendrá una capacidad de 80.000 toneladas anuales y dará empleo a 150 personas en la fase de construcción y creará otros diez directos e inducidos. 

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O Gunvor España que, con un presupuesto de más de dos millones de euros, hará una planta de biogás a partir de aguas residuales industriales en su fábrica de Palos de la Frontera, con lo que contribuirá a reducir la dependencia de combustibles fósiles en la industria. 

La era de la comunicación verde merece un esfuerzo de todos, de los ciudadanos, de las empresas y de las administraciones. Hay que premiar los esfuerzos de cada uno de estos actores y evitar la hipocresía de abanderar luchas sinsentido y contraproducentes con quimeras ecologistas que buscan fines oscuros. Y, por supuesto, condenar aquellas prácticas que busquen burlar la Ley. 

Y no solo hay que serlo, sino parecerlo. Es clave en todo esto saber comunicar en verde. Saber trasladar a la opinión pública que merece la pena el esfuerzo de cambiar ciertos hábitos en beneficio del planeta. Pronto nos desplazaremos todos en vehículos eléctricos o de hidrógeno y el precio de la energía que consumamos no dependerá del gas ruso… esperemos. 

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