28/04/2024

Nata, fresa, vainilla y chocolate, o como las empresas no deben perder su esencia por su diversificación e innovación
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Como cuando vamos a una heladería y tienen los cuatro sabores básicos, nata, fresa, vainilla y chocolate, y esa grata sensación de estar en una heladería de bien, con esencia y principios, aunque luego nos vayamos a por el sabor de turrón o pasas.

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Esa es la misma grata sensación que una empresa regala a sus terceros, fondos, entidades financieras, clientes, proveedores, etc., cuando por muy innovadora que sea o por muy diversificada que esté, siempre hay un hilo conductor en sus valores e historia, que da sentido a su visión y misión. Es más, una esencia que ayuda a hacer cumplir con su visión y misión, siendo la innovación y la diversificación “simplemente” el medio.

En un vertiginoso paisaje empresarial actual, donde la transformación es la única constante, la capacidad de una empresa para innovar y diversificar sus negocios se hace vital para su supervivencia y crecimiento. No obstante, el desafío radica en realizar estos cambios sin perder la esencia y los valores que han sido la base de su identidad a lo largo del tiempo, sin desenfocar su camino hacia su visión y misión.

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Comenzar este viaje de transformación implica, en primer lugar, una profunda reflexión sobre los valores fundamentales que han guiado a la empresa desde su inicio. Estos valores actúan como cimientos, y mantenerlos es imperativo para evitar que la innovación se convierta en una desviación perjudicial en lugar de una evolución estratégica. Establecer un entendimiento claro de estos principios y valores proporciona la base sólida necesaria para cualquier cambio futuro y garantiza que la esencia de la empresa permanezca intacta.

Es decir, partiendo del respeto por los sabores básicos, nata, fresa, vainilla y chocolate, se incrementa la probabilidad de éxito de toda diversificación e innovación.

Para ello, la cultura organizacional se erige como la columna vertebral de este proceso de cambio. La innovación no es simplemente una lista de nuevos productos o servicios, sino una mentalidad arraigada en cada empleado. Fomentar una cultura que abrace la creatividad, dé espacio a la experimentación y esté dispuesta a asumir riesgos (errores) calculados es esencial. El éxito de la innovación se construye sobre la disposición a aprender de los errores y a adaptarse constantemente a un entorno empresarial en constante cambio.

La diversificación estratégica se presenta como una herramienta esencial para mitigar riesgos y aprovechar nuevas oportunidades de mercado. Sin embargo, la expansión de negocios debe ser más que un simple ejercicio numérico; debe alinearse cuidadosamente con la identidad y los valores de la empresa. La diversificación estratégica implica explorar áreas que no solo amplíen la oferta actual, sino que también resuenen con la visión y misión fundamentales.

Es decir, nuevos sabores que complementen y/o hagan evolucionar a los cuatro básicos, no que los expulsen de nuestra visión y misión, cuando en estos básicos está el origen.

Antes de aventurarse en la diversificación, la empresa debe sumergirse en una profunda investigación de mercado y comprender a fondo las necesidades y expectativas de sus clientes, actuales y potenciales. La retroalimentación del cliente y la investigación de mercado no solo son herramientas para identificar oportunidades, sino también para anticipar posibles desafíos. Al comprender las preferencias y demandas del cliente, la empresa puede adaptar sus ofertas de manera coherente, asegurando que la expansión no diluya su propuesta de valor central. Que el cliente que desee tomar helado de After Eight, no obligue a quitarle el hueco a la vainilla, como valor fundamental.

Y en la actualidad, no sin la integración efectiva de la tecnología se alza como un catalizador para la innovación. No obstante, la adopción de nuevas tecnologías debe ser estratégica y alineada con la visión y valores de la empresa. La tecnología no debería ser un cambio radical, sino un facilitador que mejore la eficiencia operativa y desbloquee nuevas oportunidades de crecimiento, preservando al mismo tiempo la esencia de la organización.

La comunicación transparente se vuelve vital durante estos periodos de cambio. Los líderes de la empresa tienen la responsabilidad de comunicar claramente la visión detrás de la innovación y la diversificación, destacando cómo estos cambios están alineados con los valores fundamentales. La participación y comprensión de los empleados son factores cruciales para construir un equipo comprometido y motivado durante la transición.

La sostenibilidad y la responsabilidad social no deben quedar en segundo plano en este proceso. La diversificación no solo debe ser en términos de productos o servicios, sino también en términos de enfoque hacia la sostenibilidad y la responsabilidad social. Las empresas pueden explorar oportunidades que no solo generen beneficios financieros, sino que también tengan un impacto positivo en la sociedad y el medio ambiente.

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La evaluación continua cierra el ciclo de este proceso. La innovación y la diversificación son esfuerzos constantes que requieren una revisión constante. Establecer métricas claras para medir el éxito y la alineación con los valores garantiza que la empresa evolucione de manera coherente y se mantenga relevante en un mercado dinámico. Sin perder la esencia, sin despistar a nuestros externos.

En conclusión, la innovación y la diversificación no deben ser percibidas como amenazas a la esencia y valores de una empresa, sino como oportunidades para evolucionar y crecer de manera coherente. Al reflexionar sobre los valores fundamentales, fomentar una cultura de innovación, diversificar estratégicamente, comprender al cliente, adoptar tecnología de manera inteligente, comunicar de manera transparente, abrazar la sostenibilidad y evaluar continuamente, las empresas pueden prosperar en un mundo empresarial en constante cambio sin perder su identidad. Este enfoque integral no solo impulsa el crecimiento, sino que también fortalece la conexión con clientes y empleados, construyendo así una base sólida para el futuro.

Y por si no ha quedado claro, como cada empresa que ha perdido su esencia, y con ello su mercado, al no ser entendida su evolución, a toda heladería que no tenga los cuatro básicos, nata, fresa, vainilla y chocolate, se les debería quitar la licencia de apertura.

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