Resulta difícil digerir, un mes más, los resultados de paro juvenil. La misma escala hasta el 30% en el primer trimestre tras sumar 10.300 desempleados, lo que supone un 2,2% más que en el trimestre anterior, situándose la cifra total de jóvenes en situación de desempleo en 474.400 al finalizar marzo. Resulta extremadamente de digerir porque mañana, al mirar a la cara a una generación, nos debería costar explicarles que el modelo a seguir no es el de aquellos que aparecen gritando en los realities de la televisión sino el de miles de estudiantes universitarios que conviven con la incertidumbre y desesperanza que supone saber que este país parece no ofrecer alternativas ni siquiera a quienes se sacrifican, que este sistema educativo ha abierto las puertas a miles de estudiantes universitarios a sabiendas de que el mercado no estaba preparado para asumir semejante cantidad de licenciados, que sentenciamos al destierro a científicos, ingenieros o médicos habiendo gastado cientos de millones de nuestros impuestos en su formación para que sean otros países los que se benefician de ella.
Quizá con el tiempo, las instituciones entiendan que problemas endémicos como la escasa natalidad o la reactivación del mercado de la vivienda se solucionan ofreciendo un trabajo estable a los jóvenes que, a pesar de estos datos, siguen queriendo crecer en España. Quizá hoy muchos hablen de una generación perdida a la que se critica por carecer de valores olvidándonos de la cantidad de ellos que aprenden de otras generaciones cada día, cuando ven los telediarios o leen los titulares de los periódicos.
Aunque optimistas por naturaleza, hay días en que la realidad nos golpea y recuerda que queda mucho trabajo por hacer. El de las familias que deben educar en el sacrificio y la perseverancia, el de un sistema laboral en el que no me puedes pedir experiencia si no me has dado la oportunidad de demostrar mi talento o el de un sistema educativo que tendrá que empezar a pensar no solo en inculcar conocimientos sino también en formar actitudes.
La única apuesta por los jóvenes vendrá de aquellos que estén dispuestos a invertir en el futuro de España a sabiendas de que los resultados de sus iniciativas vendrán probablemente cuando ellos ya no estén, la verdadera solución llegará de la valentía de quien entienda que el futuro de este país no se divide en períodos de cuatro años y que apostar por los jóvenes es garantizar nuestro futuro, y aunque ahora no lo entiendan, también el suyo.
Montserrat Hernández
Directora de Tribuna de Andalucía
