Ahora que todo el mundo compra online. Que es todo comodidad y que los paquetes nos llegan a la puerta de nuestras casas, os invito, queridos lectores, a hacer una pequeña reflexión en estos momentos en los que y, por otro lado, nos instan desde medios de comunicación, asociaciones, organismos y administraciones, al cuidado del medio ambiente.
Está claro que, en nosotros, en el individuo, reside la responsabilidad de hacerlo para beneficios de todos, pero también es cierto que debemos de realizarlo desde lo que tenemos más cerca. Lo que conocemos, lo que está en nuestra calle, en el mercado y en los pequeños comercios que son los que llenan de vida nuestras ciudades y pueblos.
Es absurdo querer salvar la selva del Amazonas, cuando somos incapaces de cooperar para que establecimientos regentados por apenas una o dos personas, puedan sobrevivir.
Pierde todo el sentido intentar reducir las emisiones de CO2 cuando desde nuestra confortabilidad, no queremos ni siquiera cruzar la acera, entrar en la tienda de electricidad de toda la vida y adquirir una bombilla porque, y a un solo clic, llamarán a tu timbre para hacerte entrega de una cajita con la preciada compra.
No tiene sentido apostar por no contaminar y comprarnos un coche eléctrico, si luego una furgoneta de una conocida multinacional nos trae el libro que podemos adquirir en librerías como El Gusanito Lector, La Fuga o Proteo Prometeo.
Les podrían unos cuantos de ejemplos más pero ahora, es más necesario que nunca, dar un paso al frente para llevar a cabo una verdadera revolución. Una revolución que nos llevé a ser consciente de que lo que está cerca es lo valioso y de que su supervivencia depende de que nosotros entremos en sus tiendas.
Y sí, les doy la razón en eso de que la globalización ha llegado para quedarse y que aquel mundo que antes era grande y ajeno, ahora se hace más cercano, pero no más conocido porque, no me negarán que el hecho de acercarte a tu tienda que está junto a tu casa no te da, eso que llaman confianza.
Ya lo escribí en otro artículo, quiero recordar que también por estas fechas que ellos, los autónomos, el pequeño comercio son los Reyes Magos. Lo son porque hacen magia para llegar a final de mes, para no subir los precios que repercuten negativamente en el consumidor. Magia para pagar los impuestos, la cuota de autónomo y un largo etcéteras de facturas y otros conceptos a los que tienen que hacer frente.
Hace apenas unos días, hablaba Mercedes Núñez Milar, la secretaria General de APROCOM, la organización que reúne en torno a esta asociación a miles de negocios unipersonales y comercios de toda la vida, y pensamos sobre el futuro de muchos de ellos.
Ella, que ha estado unos cuantos de años atendiendo al público en una tienda, conocida por toda Sevilla y situada casi en el kilómetro cero de Sevilla, sabe perfectamente cómo siente la ciudad y también cómo van cambiando los perfiles de los consumidores.
Por las puertas de su tienda ha visto pasar la vida y los años, y también la metamorfosis de la que podría ser cualquier ciudad de nuestra Comunidad Autónoma. Por eso conoce mejor que nadie cuáles son las necesidades, ya que ha visto como muchos de sus compañeros han tenido que echar el cierre. A negocios que han pasado de padres a hijos y que ahora son muchos de ellos los que tienen que hacer frente, no sólo a pagos y deudas, sino también a eso que llaman innovar y digitalizarse.
Y aunque muchos están llevando a cabo su propia “rebelión”, es cierto que necesitan ayuda, formación y una administración que agilice ciertos trámites que se convierten en una auténtica subida al Everest sin oxígeno.
Cuando te paras frente a un mostrador hay historia, vida, familias, esperanzas, esfuerzo… Mucho esfuerzo para abrir todos los días. Así que por esos os invito a comenzar a cuidar de nuestros barrios, nuestros tenderos, nuestras tiendecitas, nuestras librerías. O el bar al que nada más te ven aparecer, ya saben si quieres el café y cómo te lo tienen que poner: descafeinado cortado, en taza pequeña.
Voy a repetirme, si me lo permiten: Está muy bien que te llegue todo a casa sin necesidad de moverte y sin apenas molestia alguna, pero abran la puerta y salgan. Les aseguro que se sorprenderán con el “gran centro comercial” que tenemos en los barrios en los que habitamos y con la vitalidad que los llenan.
Recorran las callejuelas y se encontrarán con bancos en los que, puedes leer tallado en su madera aquello que dice algo así como que: “En este banco se puede confiar” y vuelva a llevar los abrigos y trajes a la tintorería en la que te encontrarás con Ana, con la que hablarás de un buen rato. Compren el pan en la panadería en la que no admiten tarjetas pero que te reciben con una gran sonrisa porque reconocen tu fidelidad, y vayan a la farmacia en la que tras un cristal puedes leer: “Que todos hagan las cosas mal, no significa que estén bien hechas”.
¿De verdad que quieren perderse esto?
Y ahora sí, ¡Feliz Navidad!.