Hace unos meses, con motivo del 28 de febrero, vi en televisión a un periodista que preguntaba aleatoriamente por la calle qué tres palabras definían para ellos Andalucía. Muchos coincidían al seleccionar términos como arte, alegría, luz, belleza, acento, etc… Estuve un tiempo dándole vueltas a la cabeza sobre qué hubiera respondido yo y la verdad es que no fue sencillo realizar ese ejercicio de síntesis. Finalmente, me decanté por Patrimonio, Naturaleza y Futuro y me percaté de que, precisamente, estos tres conceptos son los que siempre me han guiado en nuestra actividad turística.
Para mí, el turismo es algo más que una simple actividad económica o una profesión a la que dedicarse: es el gran motor de nuestra tierra. Además es un motor que, en lugar de estropearse, a cada ejercicio que pasa tiene más potencia y funciona mejor. En muchas ocasiones, apabullar con datos resulta aburrido; pero en este caso son especialmente significativos. En 2024, Andalucía recibió más de 36 millones de turistas, una cifra histórica y ascendente año tras año, que nos ha llevado a que, actualmente, cada andaluz reciba más de cuatro turistas. Turistas y viajeros que vienen por primera vez o que repiten, que llegan para disfrutar de nuestras costas y clima o que vienen para descubrir el legado de civilizaciones que han tallado en nuestra geografía una cultura milenaria. En definitiva, que vienen a un lugar irremplazable y que cada día está más de moda.
Ese precisamente es uno de los puntos más importantes que debemos destacar los profesionales del sector: la unión de nuestra industria al territorio, así como la imposible deslocalización de nuestra actividad. No se puede trasladar la Alhambra o la Giralda a otro lugar, no se puede mover Doñana o Sierra Nevada a otro país y no se puede cambiar nuestra historia y nuestro carácter por una decisión estratégica. Esto que parece un chascarrillo es una realidad y es uno de los grandes valores de nuestra profesión, la unión con el territorio. Una unión más que rentable ya que estamos hablando de una actividad económica que mueve más de 30.000 millones de euros anuales, lo que nos viene a decir que de cada cien euros que se producen en nuestra región, más de doce los aportamos los trabajadores y empresarios del sector turístico. Una industria muy variada que afecta a casi todos los ámbitos productivos; una capilaridad que hace que el reparto de esa riqueza llegué más que casi ninguna otra industria a todos los que forman parte de ella.
Como comentábamos, lo mejor de todo es que el futuro es aún más prometedor y se dirige precisamente hacia dónde más nos interesa y por lo que tanto estamos trabajando. El incremento de conexiones aéreas en destinos europeos y transoceánicos nos abre la puerta a seguir creciendo en los principales y más rentables focos emisores. La consecuencia directa: el aumento del gasto medio por turista y día que ya supera los 170€ y que, al igual que otros parámetros, lleva una tendencia claramente alcista. Estos nuevos perfiles de viajeros demandan unos servicios que harán que toda la cadena productiva suba y que nuestra industria sea aún más rentable para el conjunto de los ciudadanos. Indirectamente, muchas ciudades y pueblos verán como mobiliario urbano, infraestructuras e inmuebles son rehabilitados y puestos a punto gracias a esta mano invisible y silenciosa que es nuestra actividad y que tanto aporta al beneficio de todos.
El futuro parece bastante amable con nosotros pero no hay que dormirse en los laureles y hay seguir promoviendo que administraciones públicas y empresas privadas vayan de la mano, tanto en nuestro día a día como en la internacionalización y puesta en valor de nuestra tierra y los atractivos que ofrece. Somos los empresarios los que tenemos que estar al día de las nuevas tendencias en la industria y de lo que realmente busca el viajero. Es obvio que el perfil de un turista de los años 90 no tiene nada ver con lo que se busca a día de hoy y en la manera en la que viajamos. La personalización, el turismo de experiencias, la importancia de las redes sociales, la digitalización de las empresas, la profesionalidad y especialización en el trato con el cliente son vértices de un sector cambiante que día a día se reinventa. No nos podemos quedar atrás. Si no evolucionamos con los tiempos y con las tendencias otros sí lo harán y todas estas cifras esplendorosas que hemos ido exponiendo podrán revertirse. Así que no debemos bajar la guardia.
Constante cambio para mantener nuestra esencia, ganar volúmen turístico aumentando la calidad, colaboración con la administración para ser más ágiles y llegar más lejos: parecen contradicciones pero para mí, unidos, constituyen la fórmula perfecta para que podamos seguir llevando a Andalucía por bandera, la bandera turística.