Andalucía, con su inmenso legado cultural, paisajes diversos y clima privilegiado, ha consolidado su posición como uno de los destinos turísticos más importantes de Europa. En 2024, la comunidad autónoma ha alcanzado cifras sin precedentes: más de 36,2 millones de turistas visitaron la región, y las previsiones apuntan a superar los 37 millones en 2025 (Junta de Andalucía, 2025). Este crecimiento continuo, sin embargo, ha reavivado el debate sobre la sostenibilidad del modelo turístico andaluz, en un contexto en el que la presión sobre los recursos naturales, la concentración de la actividad en determinados núcleos y la gentrificación de ciertos espacios urbanos se vuelven cada vez más difíciles de ignorar.
El auge del turismo internacional ha sido una de las claves de esta expansión. Según datos conjuntos del Instituto Nacional de Estadística y la Junta de Andalucía (2025), el turismo extranjero ha cerrado el año 2024 con cifras récord, impulsado por la recuperación post-pandemia, la mejora de las infraestructuras y la consolidación de la marca Andalucía en los principales mercados europeos. No obstante, esta bonanza turística no se ha distribuido de forma homogénea ni ha venido acompañada de una estrategia claramente orientada a la sostenibilidad.
El Diagnóstico estratégico – Turismo Andaluz (Turismo Andaluz, 2024) identifica con claridad algunas de las debilidades estructurales del modelo actual: la alta estacionalidad, la dependencia del sol y playa, la concentración en determinadas provincias como Málaga y Cádiz, y una oferta aún poco diversificada en el interior. Estas limitaciones no solo afectan a la resiliencia del sector ante futuras crisis, sino que también comprometen su viabilidad ambiental y social a medio y largo plazo.
En este contexto, la sostenibilidad turística emerge como una necesidad imperativa más que como una aspiración idealista. El concepto, sin embargo, requiere una aplicación concreta y decidida. No se trata únicamente de implementar medidas aisladas como la reducción de residuos o el fomento del transporte público, sino de replantear integralmente el modelo turístico bajo criterios de equilibrio territorial, equidad social y preservación ecológica.
El reconocimiento otorgado a iniciativas innovadoras a través de los premios Andalucía del Turismo 2024 (Monplamar, 2024) demuestra que existen ejemplos locales de buenas prácticas, desde alojamientos ecológicos hasta proyectos comunitarios de gestión del patrimonio. No obstante, estos casos aún son la excepción y no la norma. La sostenibilidad no puede depender solo de iniciativas puntuales, sino que debe formar parte de una política pública transversal, apoyada por una regulación firme y una planificación territorial coherente.
Por otro lado, la opinión pública y los medios han comenzado a reflejar una creciente preocupación. En diciembre de 2024, eldiario.es Andalucía advertía del riesgo de un modelo orientado exclusivamente al crecimiento cuantitativo, alertando sobre la saturación de determinados espacios y la pérdida de identidad de algunos destinos tradicionales (Redacción Andalucía, 2024). Esta crítica no puede ser ignorada: el turismo debe seguir siendo una fuente de riqueza, pero no a costa del deterioro de los recursos que lo sustentan.
Finalmente, si bien los datos económicos y de afluencia son esenciales, no pueden ser el único criterio de evaluación del éxito turístico. La Consejería de Turismo, Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía (2024) presenta cifras impresionantes de visitantes y gasto medio por turista, pero aún queda pendiente una evaluación rigurosa del impacto real del turismo en términos sociales, medioambientales y culturales.
Buenas prácticas turísticas en Andalucía hacia un modelo sostenible
La sostenibilidad turística, como se argumentó anteriormente, no puede entenderse como un añadido accesorio al modelo actual, sino como un eje vertebrador de toda la estrategia regional. En este sentido, el Diagnóstico estratégico – Turismo Andaluz (Turismo Andaluz, 2024) constituye un documento clave, ya que no solo identifica los retos estructurales del turismo en Andalucía, sino que también recoge ejemplos de buenas prácticas y estrategias emergentes que, aunque aún incipientes, marcan la dirección hacia un turismo más equilibrado, responsable e inclusivo.
Una de las principales líneas de actuación es la desestacionalización y diversificación de la oferta turística. En lugar de continuar con la excesiva dependencia del producto de sol y playa, se está fomentando el desarrollo de segmentos como el turismo de naturaleza, el enoturismo, el turismo astronómico, y el turismo de interior vinculado al patrimonio cultural y la gastronomía local. Este enfoque busca redistribuir los flujos turísticos, reducir la presión sobre los destinos costeros y generar oportunidades en áreas rurales con riesgo de despoblación.
Un caso destacado en el informe es el del Parque Natural de la Subbética Cordobesa, donde se ha impulsado una red de alojamientos rurales certificados bajo criterios de sostenibilidad, así como rutas de senderismo interpretativo y talleres de artesanía local gestionados por cooperativas. Este modelo no solo protege el entorno, sino que fortalece el tejido social y económico de la comarca.
Asimismo, el estudio resalta la implementación de sistemas de certificación ambiental en alojamientos turísticos, particularmente en las provincias de Granada y Huelva. Algunos hoteles han adoptado la etiqueta europea Ecolabel o han sido reconocidos por sus sistemas de eficiencia energética, reciclaje y uso de productos de proximidad. Estas prácticas, aunque todavía limitadas en número, demuestran la viabilidad de una oferta turística de calidad que integre criterios ambientales sin renunciar a la rentabilidad.
Otro ejemplo relevante es la experiencia de turismo regenerativo en la Alpujarra granadina, donde varias iniciativas privadas y asociaciones locales han puesto en marcha proyectos que integran el voluntariado ambiental, la recuperación de senderos históricos y la agricultura ecológica con la estancia turística. Este enfoque no solo minimiza el impacto ambiental, sino que tiene como objetivo dejar una huella positiva en los territorios visitados, revirtiendo parte del valor generado en beneficio de las comunidades anfitrionas.
En el ámbito urbano, destacan las acciones realizadas en el Centro Histórico de Sevilla, donde se han empezado a aplicar mecanismos de control del flujo turístico, tales como la regulación de grupos guiados, la limitación de licencias turísticas en determinadas zonas y la promoción de rutas alternativas para descongestionar los espacios más saturados. Aunque estas políticas aún están en fase piloto o han generado controversia, representan un intento claro por contener la turistificación y preservar la habitabilidad del casco urbano.
Además, la celebración de los Premios Andalucía del Turismo 2024 (Monplamar, 2024) ha servido como escaparate de proyectos turísticos ejemplares. Algunos de los galardonados han sido iniciativas centradas en la inclusión social, como programas de turismo accesible para personas con discapacidad o el diseño de rutas turísticas interpretadas en lengua de signos. Estas iniciativas demuestran que la sostenibilidad no es solo ambiental, sino también social, y debe tener en cuenta la equidad en el acceso a los beneficios del turismo.
Por último, cabe mencionar la digitalización como herramienta para la sostenibilidad. El informe estratégico pone en valor el uso de plataformas inteligentes para la gestión de flujos turísticos, el análisis en tiempo real de capacidades de carga y la personalización de experiencias. La tecnología, bien empleada, puede permitir una gestión más eficiente de los destinos, anticipando saturaciones, mejorando la experiencia del visitante y reduciendo la huella ecológica.
En definitiva, aunque aún son experiencias dispersas, las buenas prácticas recogidas por el Diagnóstico estratégico – Turismo Andaluz (2024) revelan que en Andalucía existe tanto la conciencia como la capacidad para avanzar hacia un modelo turístico más sostenible. El reto ahora es escalar estas iniciativas, integrarlas en una planificación regional coherente y dotarlas de recursos suficientes para consolidar un cambio de paradigma. El futuro del turismo andaluz no puede basarse únicamente en atraer más visitantes, sino en garantizar que esos visitantes contribuyan al bienestar de los territorios y a la conservación de su riqueza natural y cultural.