Desde siempre yo veía la importancia que tenía el hacer un manejo integrador, en donde la ganadería y la tierra se beneficiaban mutuamente, es decir, la verdadera agroecología
Se ha convertido usted últimamente en un auténtico estandarte de la mujer rural. ¿Cómo está llevando todos esos reconocimientos que le llegan ahora por parte de las asociaciones empresariales y las instituciones?
Pues con orgullo y mucho agradecimiento de que por fin se empiece a reconocer esa labor, que sobre todo la mujer, ha venido desempeñando en el mundo rural. Ahora es cuando se empieza a visibilizar todo ello.
Su vocación en torno a la ganadería y la agricultura viene de lejos, pero usted ha querido darle su propio sello personal en torno a la ecología y la sostenibilidad, términos ahora muy de moda, pero no tanto cuando usted los puso en marcha en su explotación.
Mi amor por la agricultura y la ganadería me lo inculcó mi padre. Cada tarde al volver de la escuela, me encantaba coger un trozo de pan y chocolate y buscarlo por los bancales, en donde estuviera con las ovejas. Allí sentada a su lado, él me contaba “cuentos”, que no eran sino historias reales de superación vividas por él.
A menudo me decía, con un “atajico” de ovejas y un “puñaico” de tierra, siempre podrás vivir y criar a tus hijos Lo mismo que mi abuelo le decía a él.
Desde siempre yo veía la importancia que tenía el hacer un manejo integrador, en donde la ganadería y la tierra se beneficiaban mutuamente, es decir, la verdadera agroecología.
Fue después cuando al tener acceso a la maquinaria moderna, más pesada, a los insumos fabricados y fitosanitarios químicos, cuando se empezó a cambiar el sistema de producir, a separar la ganadería de la agricultura, etc. Se empezó un manejo sin sentido común.
Así es que yo solo tuve que recordar como lo hacían mis padres y empezar a implementar.
Pero además usted ha ido un poco más allá y ha querido que todo el mundo pueda conocer su trabajo y el de miles de agricultores y ganaderos andaluces. ¿Qué son las rutas de Santiaga y por qué decidió ponerlas en marcha?
Las rutas de Santiaga son el resultado de un sueño que siempre tuve, todas las tradiciones que giran en torno al mundo pastoril y agrícola y que las mujeres que habitan dentro de mí, mi madre y mis abuelas, me habían mostrado y enseñado. Esa sabiduría siempre sentí que yo debía seguirla, mostrarla al mundo.
Los beneficios de la ganadería extensiva, de raza autóctonas, el cordero segureño y esa integración con la agricultura regenerativa.
El objetivo es el de dar a conocer el mundo rural al mundo urbano, sobre todo.
Y por otro lado la gran labor de la mujer como preservadora de tradiciones, semillas, costumbres, así como asentadora de territorio.
Las mujeres han tenido muchas responsabilidades dentro del sector agrario y ganadero, pero han estado muy invisibilizadas. ¿Cree que esto está cambiando?
Nuestras madres y abuelas fueron totalmente invisibles, pero algo está cambiando, claro, esto no cambia solo, detrás estamos personas, sobre todo mujeres para que esto sea posible.
Algunas de las pruebas son los reconocimientos que se nos otorgan. Pero no podemos echarnos a dormir.
¿Cómo le han influido a usted las mujeres de su familia que le han precedido? Y ¿cómo cree que está influyendo usted en las nuevas generaciones de mujeres de su familia?
Ellas me enseñaron a amar lo que hago, a sentir orgullo por mis raíces, a superar cada escalón de la desigualdad, me trasmitieron sus saberes, sus sabores…. el empoderamiento, el emprendimiento. Y yo siempre he sentido como una obligación mía hacia mi relevo generacional, el hacer y transmitir lo mismo. Pero sobre todo creo que el arraigo, el empoderamiento, la libertad y la capacidad de decisión es en lo que más me he volcado.
