29/03/2024

Los peligros de la inflación
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Hay un refrán popular que dice que solo “nos acordamos de Santa Barbara cuando truena” y que viene a significar que solo nos acordamos de alguien cuando lo necesitamos para algo, o se utiliza también cuando se deja algo por hacer para última hora. En nuestra reflexión de hoy me quedo con la primera acepción. Y es que hace años que nadie hablaba de la inflación. Desde el final de la década de los años 70 donde España llegó a alcanzar tasas del 30%, hemos tenido una tendencia a la baja, incluso llegando a tasas negativas de crecimiento de los precios como en el año 2014 o 2020, más recientemente.

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La medición de la inflación la hacemos de forma generalizada a partir del indicador denominado IPC o Índice de Precios al Con- sumo. Este índice, recoge lo que denominamos vulgarmente, “la cesta de la compra”. Es un concepto ampliado de todo lo que consumimos los ciudadanos. Y es verdad que no recoge todos los productos que produce una economía. Para ello habría que utilizar el denominado deflactor del PIB, pero su cálculo caro y complejo, y ha hecho que en la práctica tomemos la parte por el todo.

Desde la salida de la pandemia, con un arranque de la economía mundial de forma desaforada, con un incremento de la tasa de ahorros de las familias, un ansia de consumo y una ruptura de las cadenas de suministros, dieron lugar a que a finales de 2021 y duran- te todo el 2022, el desajuste entre oferta y demanda, provocaran un incremento del IPC mes a mes. España ha llegado a tener tasa interanual de más del 10%. Y algunos países del norte de Europa como Estonia, Letonia y Lituania, de más del 20%.

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Esta situación era algo absolutamente olvidado por parte de Europa. Veíamos con cierta sorna incluso como la mayoría de los países latinoamericanos estaban permanentemente con tasas de hiperinflación que no eran capaces de controlar. Y ahora lo tenemos en nuestra casa. Y es que una inflación desbocada posee consecuencias macroeconómicas de enorme importancia: un descontrol de los precios destroza la cohesión social e incremento acelerado de la desigualdad, generando una incertidumbre elevadísima. Porque basta con mirar nuestra historia para observar cómo periodos de hiperinflación fueron la pólvora para situaciones como las vividas en la Alemania en el periodo de entreguerras mundiales donde la inseguridad y la pobreza alzó democráticamente a Hitler al poder. El resto de la historia ya la conocen ustedes. Y es que, en Alemania, había un dicho que decía “que no todo el mundo creía en Dios, pero todo el mundo creía en el Bundesbank (su banco central). Porque pasada la Segunda Guerra Mundial, el objetivo de dicha autoridad monetaria era único: evitar problemas de inflación. Al estilo Escarlata O’Hara en la película “Lo que el viento se llevó”, donde en una memorable escena decía aquello de: “¡A Dios pongo por testigo, que no volveré a pasar hambre!”. Pues el Bundesbank hizo algo parecido.

Pero ahora las cosas han cambiado. El control de la política monetaria reside en el Banco Central Europeo. Con sede en Fráncfort, eso sí. Pero que debe usar una misma medida para toda la eurozona. Y se están produciendo desajustes. Porque tenemos países como Lituania con una inflación del 21,7% frente a España con un 5,8%. Pero lo más importante es que Alemania, locomotora económica de toda la Unión, está con un 8,6%. Muy lejos de un 2% que suele ser la referencia del Banco Central Europeo para esta macromagnitud.

Todos pensábamos que la subida de tipos de interés tendría efectos más rápidos sobre el control de los precios. Pero sabemos que los denominados mecanismos de transmisión de la política monetaria son lentos y a veces no tan automáticos como otras políticas económicas como las fiscales. Mucho me temo que el camino aún va a ser largo y que la escalada de subida de tipos de interés se alargará hasta bien entrada la primavera, sino el verano. Espero equivocarme. Pero mientras tanto la inflación sigue haciendo estragos y el gobierno central debería paliarlo con los excedentes recaudatorios que está obteniendo precisamente por la misma. Aquí como en el casino. La banca siempre gana.

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