Estamos asistiendo a un año, en términos económicos, de los de mayor incertidumbre, comparable solo con el inicio de la crisis financiera de 2009: lo que un día es blanco, al día siguiente es negro. Si antes de las pasadas navidades, dábamos por hecho que la escalada de tipos de interés terminaría en primavera, la fuerza de la escalada en los tipos de interés parecía imparable al inicio de este invierno. La Reserva Federal Americana ha realizado cuatro subidas de 0,75 puntos, dos de 0,5 y otras cuatro de 0,25, hasta llegar al 5,25%. Esta puede ser la fotografía final del mayor endurecimiento de la política monetaria de la FED desde los años ochenta. Este mes de mayo, el Banco Central de Estados Unidos (FED) ha emprendido la que podría ser la última alza de tipos de interés de un ciclo que los ha llevado del 0,25% al 5,25% en tan solo un año. A partir de ahora, el miedo a una ralentización económica por la restricción del crédito pesará tanto -o más- en la balanza, que el temor a la inflación.
Por nuestra parte, el debate en el seno del Banco Central Europeo ha sido intenso. No era descartable un aumento agresivo en el aumento de los tipos de interés ante el aún no control de la inflación. Pero el miedo a una recesión o más crisis de bancos puntuales han hecho que ganaran las “palomas” frente a los “halcones” y la subida haya sido de tan sólo 0,25 puntos. Es decir, dejar el tipo de interés de intervención en el 3,75%. Esta expresión -“palomas” frente a “halcones”- hace referencia al perfil más o menos agresivo de los componentes del Comité del Banco Central Europeo. En el primer grupo tenemos a la propia gobernadora, la señora Lagarde. Y en el segundo al español De Guindos. De hecho, y no creo que fuera una casualidad, la rueda de prensa se retrasó hasta casi las tres de la tarde, cuando lo normal es tenerla a la una. El debate debió ser intenso.
Desde julio del año pasado, ya ha aumentado 3,5 puntos el precio oficial del dinero, del 0% al 3,5%, para moderar así las subidas de precios pero está afectando al consumo, golpeando a las empresas, a los estados de la eurozona. Crecimiento versus Inflación. Esta es el difícil equilibrio en el que se encuentran sumidas las principales economías del planeta.
Y es que de nuevo nos encontramos en la economía mundial con una situación no vista anteriormente. Un cierre de la economía mundial (lockdown) provocado por la pandemia de la COVID-19. Un arranque desmesurado con un tirón de la demanda agregada aupada por el ahorro generado por los consumidores en el cierre sanitario. Y con las cadenas de suministros -la oferta agregada- rota por el parón. Si a eso le sumamos la invasión de Rusia a Ucrania que ha desestabilizado los mercados energéticos, nos encontramos con una inflación que sigue sin control. Porque aunque en España nos vamos moviendo en tasas del 6%, tenemos a países del norte de Europa con tasas del 20% y Alemania por encima del 9%.
Difíciles serán las próximas reuniones con los dos bancos centrales, Reserva Federal Americana y Banco Central Europeo. Porque lo que se arregla con el incremento de tipos de interés de intervención para favorecer el frenazo de la inflación, se lleva consigo a la economía en su conjunto y además con sustos por el camino, como los del Silicon Valley Bank en Estados Unidos o el Credite Sussie en Europa. Y empezamos minimizando la caída de algunos bancos relativamente pequeños en los Estados Unidos en 2009 y acabamos con la mayor crisis financiera de la historia financiera.
Mucho tacto. Mucha prudencia. Porque creo que el 2023 aún nos deparará más sorpresas. Y solamente estamos en el mes de mayo. Ya decía en esta columna que estábamos en un año de transición. Pero me parece que se va a hacer demasiado largo. Y sin llover…