25/05/2025

De la tierra a la industria
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Nada menos que 15.700 millones de euros. Ésta es la cifra récord que han alcanzado las exportaciones agroalimentarias de Andalucía durante 2024. Una cantidad histórica que conlleva un crecimiento interanual […]

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Nada menos que 15.700 millones de euros. Ésta es la cifra récord que han alcanzado las exportaciones agroalimentarias de Andalucía durante 2024. Una cantidad histórica que conlleva un crecimiento interanual del 14,5%, el más alto de las diez comunidades más exportadoras del país. Nuestra región se encuentra, por tanto, en un gran momento para el sector primario y eso que mira con más recelo que nunca al continente americano, atemorizado por las alianzas del sur y cohibido ante las bravuconadas del norte.

Se plantea un futuro complejo ante esta situación internacional. Un futuro incierto en el que nuestro principal motor económico solo tiene dos premisas si quiere mantener las cifras del pasado año: uno, ganar confianza y difundir de verdad la gran calidad que tienen sus productos y, dos, apostar de lleno por la modernización del sector.

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En un contexto donde la sostenibilidad y la innovación son más relevantes que nunca, la Ingeniería Técnica Industrial se erige como un elemento clave para el presente y futuro del sector agrícola andaluz. Esta disciplina no solo aporta soluciones técnicas, sino que también impulsa la modernización y competitividad de la industria más importantes de la región.

Por un lado, tenemos la omnipresente lucha contra el cambio climático, por el otro la débil rentabilidad del sector, una queja perenne de los agricultores y ganaderos. En ambos casos la innovación es el único asidero si el campo quiere seguir siendo nuestro principal motor de económico.

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El cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) es todo un desafío para el sector primario. Un sector que depende íntimamente de la gestión eficiente del agua. Un sector que debe controlar plagas. Un sector que busca la máxima producción sin agotar los recursos. No es fácil conseguir el equilibrio en este ámbito. Los humanos llevamos intentándolo desde los albores de la historia, desde que nos hicimos sedentarios precisamente para lograrlo, pero ya desde entonces, contamos con la tecnología como una gran aliada. Ahora, en plena digitalización la agricultura no puede quedar aparte y para ello la ingeniería es la clave.

La implementación de sistemas de riego inteligente ya es una realidad en nuestra tierra, son sistemas que utilizan sensores y datos en tiempo real para optimizar el uso del agua, ayudando a reducir el consumo y a mejorar la salud de los cultivos, lo que se traduce en una mayor productividad y rentabilidad para los agricultores. En los olivares de Jaén encontramos desde hace tiempo sistemas de riego por goteo automatizados que utilizan sensores de humedad del suelo y datos meteorológicos, permitiendo optimizar el uso del agua. La producción de aceituna jienense ha logrado reducir el consumo de agua en un 30%, al mismo tiempo que se ha mejorado la calidad del fruto.

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Si hablamos de agua también tenemos que hablar de energía. La instalación de paneles solares en invernaderos y fincas ha permitido a muchos agricultores andaluces reducir sus costos energéticos. No hay más que mirar a los productores hortofrutícolas almerienses, donde imperan los sistemas de energía solar fotovoltaica permitiéndoles ser autosuficientes energéticamente y disminuir, a la vez, su huella de carbono.

Pero, además de una gestión eficiente de los recursos naturales, la ingeniería está consiguiendo que se implante una “agricultura de precisión” en nuestro territorio. El uso de drones y tecnología de imágenes satelitales para monitorear cultivos es otra área donde la ingeniería técnica industrial ha marcado una gran diferencia. En la producción frutos rojos en Huelva, se emplean drones para identificar áreas que requieren atención específica, lo que permite aplicar fertilizantes y pesticidas de manera más eficiente y localizada, reduciendo costos y minimizando el impacto ambiental. A ello se suma como la investigación en biotecnología ha permitido el desarrollo de variedades de cultivos más resistentes a plagas y enfermedades. Por ejemplo, en la producción de tomate se han desarrollado variedades que requieren menos agua y son más resistentes a condiciones climáticas adversas, lo que asegura una producción más estable y sostenible.

La implementación de tecnologías de Internet de las Cosas (IoT) permite a los agricultores monitorizar en tiempo real las condiciones de sus cultivos. En la producción de cítricos en la provincia de Sevilla se han instalado sensores que miden la temperatura, la humedad y la calidad del suelo, lo que permite a los agricultores tomar decisiones informadas sobre el riego y la fertilización.

Punto y aparte merece la introducción de robots en la recolección y el manejo de cultivos está revolucionando la agricultura andaluza. Su implantación ya es una realidad en zonas que precisan gran demanda de mano de obra estacional, como es la recolección de fresas en Huelva, donde se están utilizando robots que pueden identificar y recolectar frutas maduras, lo que reduce la dependencia de mano de obra y aumenta la eficiencia en la cosecha.

Pero no todo se centra en producir. La implementación de tecnologías para la gestión de residuos agrícolas, como la conversión de restos de cosechas en biocombustibles o compost, está ganando terreno. En la provincia de Granada, algunas cooperativas están utilizando biodigestores para transformar residuos orgánicos en biogás, que luego se utiliza para generar energía para las instalaciones agrícolas. Un gran ejemplo de implantación eficiente de economía circular.

En todo este proceso, la colaboración entre universidades, centros de investigación y agricultores ha sido clave, generando innovadores programas de formación que capacitan a los agricultores en el uso de nuevas tecnologías. Buena muestra de ello ofrece la Universidad de Córdoba, donde se realizan cursos sobre técnicas de agricultura de precisión y gestión sostenible, permitiendo a los agricultores estar al día con las últimas innovaciones y prácticas.

Y es que la colaboración entre ingenieros técnicos industriales y agricultores es fundamental para fomentar la innovación. Proyectos de investigación y desarrollo, así como la creación de redes de cooperación, permiten la transferencia de tecnología y conocimientos, lo que resulta en prácticas agrícolas más sostenibles y rentables. Iniciativas como la creación de viveros tecnológicos y centros de innovación agrícola en Andalucía están diseñadas para facilitar esta colaboración, proporcionando a los agricultores acceso a las últimas tecnologías y metodologías.

Como podemos observar, la Ingeniería Técnica Industrial no solo es relevante, sino esencial para el desarrollo del sector agrícola andaluz. Su capacidad para integrar tecnología y sostenibilidad posiciona a Andalucía como un referente en la agricultura moderna, asegurando un futuro próspero para los agricultores y la economía regional. La sinergia entre la ingeniería y la agricultura beneficiará a los productores, pero también contribuirá al bienestar de nuestra tierra, promoviendo un modelo agrícola que respete el medio ambiente y garantice la seguridad alimentaria.

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